A pesar de los largos años de residencia en París, Julio Cortázar siempre fue, esencialmente, argentino, y su añoranza por nuestro país, fue puesta de manifiesto en incontables ocasiones.
En una milonga -a la que después le puso música Edgardo Cantón- Cortázar cantó así su inagotable nostalgia por Buenos Aires:
Extraño la Cruz del Sur,
cuando la sed me hace alzar la cabeza,
para beber tu vino negro medianoche.
Y extraño las esquinas con almacenes dormilones,
donde el perfume de la yerba tiembla en la piel del aire.
Comprendo que esto está siempre allá,
como un bolsillo donde a cada rato,
la mano busca una moneda, el cortapluma, el peine,
la mano infatigable de una oscura memoria
que recuenta sus muertos.