En 1803, Alexander Baring participó con James Monroe en las negociaciones con el gobierno francés para la adquisición del futuro estado de Louisiana y fue responsable por la obtención de un precio muy bajo. A pesar de su prestigio, los Baring temblaron ante el impulso de los yankees. Baring se limitó a una participación del 60% y concedió a otro banco fuerte (Henry Hope) el 40% restante. De todos modos, Napoleón Bonaparte confió más en la Baring que en los Estados Unidos y vendió Louisiana por 52 millones de francos. Luego, la Baring renegoció con los Estados Unidos en dólares. Unos años más tarde, un primer ministro francés reconoció: "Hay seis grandes potencias en Europa: Inglaterra, Francia, Prusia, Austria, Rusia y la Baring Brothers".
El 19 de agosto de 1822, la Junta de Representantes de la Provincia de Buenos Aires decretó una ley que facultaba al gobierno a "negociar, dentro o fuera del país, un empréstito de tres o cuatro millones de pesos valor real". Los fondos del empréstito debían ser utilizados para la construcción del puerto de Buenos Aires, el establecimiento de pueblos en la nueva frontera y la fundación de tres ciudades sobre la costa entre Buenos Aires y el pueblo de Patagones. Además debía dotarse de agua corriente a la ciudad de Buenos Aires.
La Junta de Representantes había autorizado la colocación a un tipo mínimo del 70%, pero el Ministro de Gobierno Bernardino Rivadavia aceptó constituir un consorcio que representara al Gobierno de Buenos Aires para la colocación del empréstito al tipo de 70%. Este consorcio estaba encabezado por los señores Braulio Costa, Félix Castro, Miguel Riglos, Juan Pablo Sáenz Valiente y los hermanos Parish Robertson, quienes en virtud del poder conferido celebraron el acuerdo en Londres con la firma Baring Brothers & Co.
Como la colocación en el mercado sería fácil, la Baring propuso al consorcio colocarlos al 85%, pagando 70% a Buenos Aires y repartíéndose el 15% de diferencia con el consorcio.
El 1° de julio de 1824, se contrató con la Banca Baring el empréstito por 1.000.000 de libras esterlinas. El 15% de diferencia de colocación representó 150.000 libras, de ellas el consorcio en su conjunto se llevó 120.000 libras en carácter de comisión y los 30.000 restantes fueron para la Baring Brothers.
El acuerdo firmado disponía que los intereses serían pagados semestralmente, encargándose la Casa Baring de hacerlo a nombre de Buenos Aires cobrando una comisión del 1%. Además, el Estado de Buenos Aires "empeñaba todos sus efectos, bienes, rentas y tierras, hipotecándolas al pago exacto y fiel de la dicha suma de 1.000.000 de libras esterlinas y su interés". Por otro lado,
Baring retendría 200.000 títulos al tipo de 70, acreditando a Buenos Aires las 140.000 libras correspondientes y disponiendo para sí del excedente de su venta. Por cuenta del consorcio, Baring vendería en bolsa los 800.000 títulos restantes al tipo de 85%, cobrando un 1% de comisión por ello y acreditando a Buenos Aires el 70%. Si lograse colocarlas a más del 80% la comisión subiría a 1,5%. Como si esto no fuera suficiente, en toda suma a entregarse en el futuro por Buenos Aires en concepto de intereses y amortizaciones, Baring cargaría un 1% de comisión a cuenta del gobierno.
Como no se había especificado como llegaba el dinero a Argentina, el consorcio informó a la Casa Baring que la mejor manera era enviando letras giradas contra casas comerciales de prestigio que dieran garantías en Buenos Aires. No por casualidad, una de esas casas comerciales era la de Robertson y Costas, dos miembros del consorcio. Al final, del millón de libras que totalizaba el mismo, sólo llegaron a Buenos Aires unas 570.000 libras, en su mayoría en letras de cambio y una parte minoritaria en metálico. En cuanto el préstamo llegó a nuestro país, la Legislatura cambió de idea y no lo utilizó para el propósito original sino que fue entregado al Banco de Descuento para que lo utilizara para conceder créditos a sus clientes a intereses mucho más bajos que los que pagaba la provincia por ese dinero.
El empréstito solo se canceló por completo ochenta años más tarde. Como puede advertirse, nuestras desventuras financieras no son un fenómeno moderno.
La Junta de Representantes había autorizado la colocación a un tipo mínimo del 70%, pero el Ministro de Gobierno Bernardino Rivadavia aceptó constituir un consorcio que representara al Gobierno de Buenos Aires para la colocación del empréstito al tipo de 70%. Este consorcio estaba encabezado por los señores Braulio Costa, Félix Castro, Miguel Riglos, Juan Pablo Sáenz Valiente y los hermanos Parish Robertson, quienes en virtud del poder conferido celebraron el acuerdo en Londres con la firma Baring Brothers & Co.
Como la colocación en el mercado sería fácil, la Baring propuso al consorcio colocarlos al 85%, pagando 70% a Buenos Aires y repartíéndose el 15% de diferencia con el consorcio.
El 1° de julio de 1824, se contrató con la Banca Baring el empréstito por 1.000.000 de libras esterlinas. El 15% de diferencia de colocación representó 150.000 libras, de ellas el consorcio en su conjunto se llevó 120.000 libras en carácter de comisión y los 30.000 restantes fueron para la Baring Brothers.
El acuerdo firmado disponía que los intereses serían pagados semestralmente, encargándose la Casa Baring de hacerlo a nombre de Buenos Aires cobrando una comisión del 1%. Además, el Estado de Buenos Aires "empeñaba todos sus efectos, bienes, rentas y tierras, hipotecándolas al pago exacto y fiel de la dicha suma de 1.000.000 de libras esterlinas y su interés". Por otro lado,
Baring retendría 200.000 títulos al tipo de 70, acreditando a Buenos Aires las 140.000 libras correspondientes y disponiendo para sí del excedente de su venta. Por cuenta del consorcio, Baring vendería en bolsa los 800.000 títulos restantes al tipo de 85%, cobrando un 1% de comisión por ello y acreditando a Buenos Aires el 70%. Si lograse colocarlas a más del 80% la comisión subiría a 1,5%. Como si esto no fuera suficiente, en toda suma a entregarse en el futuro por Buenos Aires en concepto de intereses y amortizaciones, Baring cargaría un 1% de comisión a cuenta del gobierno.
Como no se había especificado como llegaba el dinero a Argentina, el consorcio informó a la Casa Baring que la mejor manera era enviando letras giradas contra casas comerciales de prestigio que dieran garantías en Buenos Aires. No por casualidad, una de esas casas comerciales era la de Robertson y Costas, dos miembros del consorcio. Al final, del millón de libras que totalizaba el mismo, sólo llegaron a Buenos Aires unas 570.000 libras, en su mayoría en letras de cambio y una parte minoritaria en metálico. En cuanto el préstamo llegó a nuestro país, la Legislatura cambió de idea y no lo utilizó para el propósito original sino que fue entregado al Banco de Descuento para que lo utilizara para conceder créditos a sus clientes a intereses mucho más bajos que los que pagaba la provincia por ese dinero.
El empréstito solo se canceló por completo ochenta años más tarde. Como puede advertirse, nuestras desventuras financieras no son un fenómeno moderno.
El origen de los hermanos Baring era holandés y el fin de su banco también lo será. En sus comienzos, la banca se dedicó a la financiación del negocio de la lana pero muy rápidamente se diversificó hacia otros sectores relacionados con el comercio internacional. La historia de este banco fue una sucesión de éxitos profesionales y su fortuna inmobiliaria era una de las más importantes de Gran Bretaña. Cuando empezaron los sucesos de 1995, eran todavía dos hermanos Baring (Nicola y Peter) quienes dirigían la fundación Baring (principal accionista de la sexta banca de negocios británica). Después de la venta llevada a cabo el 6 de marzo de 1995, la dimisión de Peter Baring acabó con 233 años de control familiar del banco, todo un récord.
Hijo de un yesero, la ambición de Nick Leeson lo condujo muy lejos de sus modestos orígenes. Después una juventud formal en Watford, empezó su carrera como empleado de oficina en Coutts & Company, uno de los bancos de la Reina. Dos años más tarde entró a trabajar en la sucursal londinense de Morgan Stanley como asistente de un operador, un empleo modesto pero rico en enseñanza acerca del mundo de las inversiones financieras. En el año 1990 fue a Singapur donde había una demanda creciente de operadores en los mercados a plazo. Luego, se unió al equipo de operadores de Barings en el SIME (Singapore International Monetary Exchange) y más tarde realizó también operaciones en los mercados a plazo del NSA (Nikkei Stock Average) bajo el control de los operadores de Barings en Japón.
Hijo de un yesero, la ambición de Nick Leeson lo condujo muy lejos de sus modestos orígenes. Después una juventud formal en Watford, empezó su carrera como empleado de oficina en Coutts & Company, uno de los bancos de la Reina. Dos años más tarde entró a trabajar en la sucursal londinense de Morgan Stanley como asistente de un operador, un empleo modesto pero rico en enseñanza acerca del mundo de las inversiones financieras. En el año 1990 fue a Singapur donde había una demanda creciente de operadores en los mercados a plazo. Luego, se unió al equipo de operadores de Barings en el SIME (Singapore International Monetary Exchange) y más tarde realizó también operaciones en los mercados a plazo del NSA (Nikkei Stock Average) bajo el control de los operadores de Barings en Japón.
En Singapur se convirtió velozmente en un personaje central, trabajando como operador en los mercados financieros de productos derivados. De pronto, los enormes salarios a los cuales se agregaban unas fastuosas primas anuales fueron a recompensar sus éxitos, pero también cambiaron profundamente la personalidad de este hombre joven que aún no tenía ni siquiera 30 años. Cuando se descubrió el desastre que provocó, su primer reflejo fue el de huir. Arrestado por la policía de Francfort el 2 de marzo de 1995 y en seguida encarcelado, fue reclamado inmediatamente por la justicia de Singapur. Temiendo los métodos a veces muy brutales del gobierno de Singapur, Leeson pidió su traslado a Inglaterra, pero el SFO (Serious Fraud Office) británico comunicó el 12 de julio que el operador no tenía ninguna razón para pedir su extradición porque "los sucesos que han conducido a la caída del Banco Baring han ocurrido principalmente en Singapur”. Nick Leeson acababa de entrar en el grupo de personas que todo el mundo de las finanzas quería olvidar.
La vida de Nicholas Leeson, el operador financiero que llevó a la quiebra a la famosa banca británica, se convirtió en una tragedia griega. Cumplió cuatro años y medio de prisión por la caída de la entidad bancaria en una prisión de alta seguridad de Singapur. En el ínterin, su mujer lo abandonó, se casó con uno de sus amigos y quedó embarazada. Además, en la cárcel contrajo un cáncer de colon. Una semana después de su liberación, Leeson decidió contar en Londres su vida al tabloide británico “Daily Mail”, quien lo publicó a cambio de 170.000 dólares. A ellos se sumaron los 7.000 dólares mensuales que le pagaban los liquidadores del Baring Brothers como salario por ser empleado de la entidad en el momento de su quiebra. Sin embargo, la Justicia británica congeló todos sus ingresos y el dinero pagado a Leeson fue a parar a una compañía independiente. Si esta empresa le cedía el dinero, sería únicamente para pagar su tratamiento anticancerígeno en los Estados Unidos y los gastos serían monitoreados por la Justicia británica. Según el operador caído en desgracia, los ejecutivos de la Baring podrían haber salvado la caída del banco con sólo haberlo vigilado cautelosamente y no girarle 75 millones de dólares diarios para compensar sus quebrantos en operaciones financieras desacertadas, maniobras que lo llevaron -en definitiva- a la quiebra. La Baring Brothers tuvo pérdidas por 1.325 millones de dólares. Finalmente, el grupo financiero holandés ING le compró a la familia Baring el 70% de las acciones mientras que el 30% restante fueron adquiridas por Eric Sturdza, un príncipe (¿?) rumano.
La vida de Nicholas Leeson, el operador financiero que llevó a la quiebra a la famosa banca británica, se convirtió en una tragedia griega. Cumplió cuatro años y medio de prisión por la caída de la entidad bancaria en una prisión de alta seguridad de Singapur. En el ínterin, su mujer lo abandonó, se casó con uno de sus amigos y quedó embarazada. Además, en la cárcel contrajo un cáncer de colon. Una semana después de su liberación, Leeson decidió contar en Londres su vida al tabloide británico “Daily Mail”, quien lo publicó a cambio de 170.000 dólares. A ellos se sumaron los 7.000 dólares mensuales que le pagaban los liquidadores del Baring Brothers como salario por ser empleado de la entidad en el momento de su quiebra. Sin embargo, la Justicia británica congeló todos sus ingresos y el dinero pagado a Leeson fue a parar a una compañía independiente. Si esta empresa le cedía el dinero, sería únicamente para pagar su tratamiento anticancerígeno en los Estados Unidos y los gastos serían monitoreados por la Justicia británica. Según el operador caído en desgracia, los ejecutivos de la Baring podrían haber salvado la caída del banco con sólo haberlo vigilado cautelosamente y no girarle 75 millones de dólares diarios para compensar sus quebrantos en operaciones financieras desacertadas, maniobras que lo llevaron -en definitiva- a la quiebra. La Baring Brothers tuvo pérdidas por 1.325 millones de dólares. Finalmente, el grupo financiero holandés ING le compró a la familia Baring el 70% de las acciones mientras que el 30% restante fueron adquiridas por Eric Sturdza, un príncipe (¿?) rumano.