21 de septiembre de 2007

De pederastas, sodomitas, putos y otras hierbas

Los homosexuales -llamados maricones hasta no hace mucho tiempo- son tan antiguos como la humanidad. Quien hoy se escandaliza por su presencia debe saber que, siglos atrás, se mostraban tan fácilmente como hoy, aunque las conveniencias sociales los priva­ban de libertad de acción y, naturalmente, de afanes reivindicativos como minoría marginada. En la Biblia -Génesis, capítulo 19, versículos 2-11-, se cuenta que los ángeles se presentaron en la casa de Lot en Sodoma, quien les ofreció albergue. "Antes de que fueran a acostarse, los hombres de la ciudad, los habitantes de Sodoma, rodearon la casa, mozos y viejos sin excepción. Llamaron a Lot y le dijeron: ¿Dónde están los hombres que han venido a tu casa esta noche? Sácanoslos para que los conozca­mos; (todo aquel que haya leído la Biblia sabrá que "conocer" significa muchas veces "poseer carnalmente"). Salió Lot a la puerta y, cerrándola tras de sí les dijo: Por favor, hermanos, no hagáis semejante maldad. He aquí que tengo dos hijas que no han conocido varón; os las sacaré para que hagáis con ellas como bien os parezca; pero a estos hombres no les hagáis nada, pues para eso se han acogido a la sombra de mi techo. Ellos le respondieron: ¡Quítate allá! Quien ha venido como extranjero ¿va a querer go­bernarnos ahora? Te trataremos a ti peor que a ellos. Forcejeaban con Lot violentamente y estaban ya para romper la puerta cuando, sacando los ángeles su mano, metieron a Lot dentro de la casa y cerraron la puerta. A los que estaban fuera les hirieron de ceguera, desde el menor hasta al mayor y no pudieron ya dar con la puerta". La conducta de Lot de ofrecer a sus hijas a cambio del respeto a sus huéspedes responde a las normas de la hospitalidad oriental. El vicio sodomítico -precisamente llamado así por lo contado más arriba- estaba muy extendido en el mundo anti­guo. En el código de Hammurabi se habla de "hieródulos" (pros­titutos masculinos) al servicio de los templos. En el Deuteronomio, capítulo 23, versículo 18, se habla del "sala­rio de un perro" aludiendo a los ingresos del puto masculino dedi­cado a la prostitución generalmente sagrada.
Según el "Diccionario ideológico de la lengua española", de Julio Casares, al sodomita se lo puede llamar también pederasta, bardaje, bardajo, maricón, marión, mariol, marica, bujarrón, puto, gar­zón, invertido, nefandario, súcubo y sodomítico. El después llamado "pecado nefando" era corriente en Grecia y Roma, pero el cristianismo lo fustigó con energía y condenaba a muerte en la hoguera a los culpables del mismo. Es curioso que no se hable casi nunca de la homosexualidad fe­menina y sí únicamente de la masculina. A los cátaros (movimiento religioso de carácter agnóstico que se propagó por Europa Occidental a mediados del siglo X), se los acusó de sodomía y, como venían de Bulga­ria se los llamó búlgaros, "bougres" en francés y tras varias derivacio­nes "bujarrones" en castellano.
Un caso célebre en la Edad Media es el del rey Eduardo II de In­glaterra, conocido por su trágico fin y por la obra de Cristopher Marlowe (1564-1593) que, como William Shakespeare (1564-1616), pertenecía a la misma cofradía. Eduardo II, enamorado de Piers Gavestone, su hermano de leche y compañero de lecho, fue casado por el papa Bonifacio VIII con Isabel la "Loba de Francia". Aunque hizo vida matri­monial con ella, no abandonó a su amado Gavestone. La reina se buscó un amante, el audaz Mortimer, quien incitado por ella hizo prisionero al rey, lo encerró en el castillo de Berkeley y al final, lo asesinó introduciéndole un hierro candente "por donde más pecado había" (el culo, en buen criollo).


En la Edad Media, la sodomía estaba castigada con la hoguera en todos los países del occidente cristiano y así continuó en la edad moderna. El genial poeta del Siglo de Oro español Francisco de Quevedo (1580-1645) dice en "La España defendida": "Y lo que es más de sentir es lo que los hombres las imitan (a las mujeres) en las galas y lo afeminado, pues es de suerte que no es un hombre ahora más apetecible a una mujer, que una mujer a otra. Y esto de suerte que las galas en algunos parecen arrepentimientos de haber nacido hombres y otros pretenden enseñar a la naturaleza cómo sepa ha­cer de un hombre una mujer. Al fin hacen dudoso el sexo, lo cual ha dado ocasión a nuevas pragmáticas, por haber introducido vi­cios desconocidos de naturaleza...".
A los invertidos se los llamaba, en tiempos de Felipe IV (rey de España entre 1621 y 1665) "ma­riones". En el libro "Noticias de Madrid 1621-1627" de autor desconocido, se dice que en diciembre de 1622 "A 5 (hoy diríamos el día 5) quemaron por pecado ne­fando a cinco mozos. El primero fue Mendocilla, un bufón. El se­gundo un mozo de cámara del conde de Villamediana. El tercero un esclavillo mulato. El cuarto otro criado de Villamediana. El úl­timo fue don Gaspar de Terrazas, paje del duque de Alba. Fue una justicia que hizo mucho ruido en la corte". En marzo de 1626, según José Deleito y Piñuela (1879- 1957), en su libro "La mala vida en la España de Felipe IV" se dice: "A 18 dieron tor­mento en la cárcel de Corte a don Diego Gaytán de Vargas, pro­curador de Cortes por Salamanca, por indiciado en el pecado ne­fando. A 21 quemaron a dos mozuelos por el pecado nefando; y el uno era de los que culpaban a don Diego Gaytán..., el cual se deshizo a voces por las calles cuando le llevaban a quemar. Hizo mucha lástima en toda la Corte".
En 1636 se descubrió en Madrid un inmenso enjambre de sodo­mitas, uno de los cuales, un tal Agustín, dijo que se dedicaba a ello desde sus siete años. Pero no siempre la cosa terminaba en la ho­guera. Si el acusado tenía buenos padrinos, podía escapar de ella. Jerónimo de Barrionuevo (1587-1671), en su libro "Avisos del Madrid de los Austrias" de
1658, explica una serie de procesos altamente instructivos: "20 de noviembre de 1655. El miércoles en la noche cogieron cuatro pu­tos acostados de dos en dos en un jardín, al Barquillo, de un joyero de la calle Mayor de más de 60.000 ducados, que es faraute (mensajero) de ellos, hombre muy galán. Este estaba con un ginovés y un golillero (fabricante de collares) con un escribano. Vilos ayer encerrados para darles tor­mento para averiguar más cómplices. 24 de noviembre. La madre de Agustín de la Paz, joyero, que es el que está preso por el pecado nefando, de pesadumbre amaneció ayer muerta. No me espanto que el amor del hijo y la afrenta aca­basen con ella. 4 de diciembre. El escribano preso por el pecado nefando, que se dice que ha confesado, le dijo al alcalde que no podía ser que­mado, respecto que el hermano mayor se había aprovechado de una hermana suya en quien tenía un hijo, que no había de ser so­brino de un quemado. Y se dice que ha mandado no se acelere la causa ni se haga nada sin darle primero cuenta; con que se procede a paso lento, esperando sin duda, el indulto del parto, si es que le tiene delito tan grande. 18 de noviembre. Lunes. Queman a los del pecado nefando, que aunque llueve tanto, no dejará el fuego de hacer su oficio. Dios les dé buena muerte". Más adelante, en el mismo libro puede leerse: "13 de diciembre de 1656. Ayer cogieron un clérigo que venía de Roma, y acababa de llegar de allá, acostado con un muchacho. En Rioseco prendieron a don Francisco de los Ríos, adminis­trador de los naipes, con otro muchacho acostado en la cama. Era el hombre más galán que se conocía. Lleváronle a Valladolid y la semana pasada le hicieron chicharrones".


Tal como señala el francés Michel Foucault (1926-1984), el origen del término homosexualidad data del año 1869, aproximadamente; la definición de heterosexualidad es aún más nueva. Sin embargo estos terminos solo nombran algo que ha existido desde siempre. La homosexualidad carecía de un nombre políticamente correcto pero no faltaban términos alusivos y muchas veces vulgares. Cuando en las ultimas décadas comenzó a circular el termino "gay" -que significaba originalmente "alegre"-, paulatinamente se convirtió en sinónimo de homosexual.
En la sociedad ateniense notables individuos como el filósofo Sócrates (470-399 a.C.)revelaban sentirse atraídos eróticamente por jóvenes muchachos. Uno de los militares más sagaces de la historia, Alejandro Magno (356-323 a.C.), quien además era rey de Macedonia vivió un largo romance con Hepheastion, uno de sus generales y amigo de la infancia, y cuando éste murió, Alejandro lo lloró como una viuda. Julio César (100-44 a.C.), el aguerrido general e historiador romano que llegó a ser uno de los dictadores más temidos de su época, antes de irse a conquistar las Galias había sido llamado "La putita de Bitinia" por haber sido el favorito de Nicomedes Filopátor, monarca de ese reino. A pesar de que Julio César tuvo muchas mujeres -entre ellas Cleopatra- el gran amor frustrado de su vida fue un galo llamado Vercingétorix. Este caudillo casi lo derrota en la conquista de las Galias, pero cuando Julio César lo sitió, el guerrero adolescente tuvo que rendirse antes de que los romanos lo masacraran en el año 52. Julio César se llevó a Vercingétorix como trofeo de guerra a Roma, donde lo encarceló por más de cinco años. Cuando el joven se negó a acostarse con él, lo hizo ejecutar en público y reza la leyenda que la larga cabellera de Vercingétorix fue usada para confeccionar una peluca para Julio César.
Juan Alejandro de Normandía (1545-1640), quien peleó al lado de su amante Enrique III de Valois de Francia cuando ocurrieron las guerras de religión en el siglo XVI, fue homosexual toda su vida y su pasión por el rey Enrique forma una de las grandes leyendas románticas de la historia. Mehmet II el Conquistador (1432-1481), gran sultán otomano que conquistó Constantinopla en mayo de 1453 y fue uno de los más feroces guerreros de la época, se entretenía con algunos de sus jóvenes soldados a la hora de los festejos. Los samurais de la época dorada del Japón a menudo tenían a la esposa para fines reproductivos, pero sus romances eran todos protagonizados con guerreros jóvenes que lo seguían no sólo al campo de batalla, sino también a la cama. Tokugawa Ieyasu (1543-1616) quien fuera uno de los más grandes generales nipones, tenía como amante a un joven aristócrata y las hazañas de este héroe aún figuran en la agitada historia del Imperio del Sol Naciente.
Felipe de Orléans (1674-1723), hermano menor del rey Sol francés Luis XIV, fue uno de los homosexuales más célebres de todos los tiempos. A pesar de que le gustaba andar más perfumado que una meretriz de lujo y gozaba con adornarse la cara con maquillaje y el cuerpo con ropa de encaje, a la hora de la batalla era más aguerrido que cualquiera de sus generales y demostró ser un astuto estratega militar. Thomas Edward Lawrence (1888-1935), el soldado y agente secreto inglés que fue más conocido como Lawrence de Arabia durante los acontecimientos de la revuelta árabe contra los turcos en 1916, sentía una voraz pasión por los jóvenes árabes, a quienes solicitaba que le dieran una buena tanda de latigazos en las nalgas antes de pasar a caricias mayores. El gran hombre fuerte de la Fuerza Area de los Nazis (la Lufftwaffe), Hermann Goering (1893-1946) temblaba de placer cuando Hitler le pasaba una amigable mano por la espalda y luego detenía los dedos en el trasero del aviador. Goering en una ocasión se puso cariñoso con el curador de un museo holandés adónde había llegado para saquear diversos tesoros del arte universal y el curador del museo tuvo que irse a la cama con el lugarteniente del Führer para que no lo mataran ya que era de origen judío.


La lista podría extenderse hasta el cansancio con los nombres del pintor y escultor Miguel Angel Buonarroti (1475-1564), la escritora Gertrude Stein (1874-1946), la actriz Claudette Colbert (1903-1996), el compositor Pyotr Tchaikowski (1840-1893), el dramaturgo Jacinto Benavente (1866-1954), el economista John M. Keynes (1883-1946), el escritor Truman Capote (1924-1984), el cineasta Pier Paolo Passolini (1922-1975), el poeta Arthur Rimbaud (1854-1891), el dramaturgo Federico García Lorca (1898-1936), el escritor Oscar Wilde (1854-1900), la pionera de la enfermería moderna Florence Nightingale (1820-1910), la religiosa católica y dramaturga sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695), el actor Cary Grant (1904-1986), el médico y escritor William Somerset Maugham (1874-1965), la actriz Barbara Stanwyck (1907-1990), el pintor y escultor Leonardo Da Vinci (1452-1519), el actor Tyrone Power (1914-1958), el poeta Paul Verlaine (1844-1896), la actriz Marlene Dietrich (1901-1992), el filósofo Michel Foucault (1926-1984) y el teólogo y filósofo San Agustín de Hipona (354-430) por citar sólo a algunos de los más conocidos.
Etimológicamente, la palabra homosexual es un híbrido del griego homo (que significa "igual" y que a veces se confunde con el significado latino "hombre") y el latín, sugiriendo una relación sexual y sentimental entre personas del mismo sexo. Desde hace décadas la comunidad científica internacional considera que la homosexualidad no es una enfermedad. Sin embargo, la situación legal y social de la gente que se autodenomina homosexual varía mucho de un país a otro y frecuentemente es objeto de polémicas. El término homosexual fue empleado por primera vez en 1869 por Karl María Kertbeny (1824-1882), poeta húngaro y pionero del movimiento de liberación homosexual, y el libro "Psychopathia Sexualis" del psiquiatra alemán Richard von Krafft Ebing (1840-1902)popularizó el concepto en 1886. Desde entonces, la homosexualidad se ha convertido en objeto de intenso estudio y debate.