Parece una ironía, pero el primer gran escándalo que sacudió a Hollywood no ocurrió en California, sino en París y tuvo una amplia repercusión no tanto por la personalidad de la actriz involucrada, sino por el nombre de sus famosos parientes. Kenneth Anger, periodista bien informado (nadie ha podido probarle el menor asomo de difamación en sus informaciones, a pesar del calibre de las historias que se cuentan en su libro “Hollywood Babilonia”), cuenta lo que vio un camarero del hotel Crillon de París, la mañana del 20 de septiembre de 1920 cuando fue a despertar a una de las huéspedes: “Una capa se hallaba tirada en el suelo y sobre ella yacía una joven desnuda. En una mano aprisionaba aún un frasco con cápsulas de bicloro de mercurio tóxico”. La chica se llamaba Olive Thomas, tenía 22 años, era actriz famosa y antes de llegar a Hollywood había sido modelo de la revista de modas “Vogue” y bailarina en algunos espectáculos teatrales. El suicidio de la actriz fue sólo una parte de todo el escándalo. Las investigaciones policiales establecieron que la hermosa joven frecuentaba los bajos fondos parisinos buscando la heroína a la que tanto ella como su esposo, el también actor John “Jack” Pickford, estaban irremisiblemente enganchados. Se especuló con que la causa de su suicidio fue el hecho de no haberla conseguido, pero las cosas se complicaron: Jack no era sólo su marido, sino también el hermano de Mary Pickford, la impecable, ingenua “novia de América”, tal vez la estrella más famosa en la época del cine mudo. Mary había asestado un duro golpe a su propio renombre cuando, poco antes, se había separado de su esposo para casarse con su amante, Douglas Fairbanks, legitimando una unión que hasta entonces era clandestina, y con quien -unos meses antes- junto a Charles Chaplin y David W. Griffith, había fundado una de las productoras más famosas de Hollywood: la United Artists. Ahora, el escándalo de su hermano volvía a poner su nombre de penosa actualidad. Mary y Douglas lo negaron todo, buscando salvar al menos el buen nombre de Jack. Pero no pudieron evitar que el propio viudo terminase reconociéndolo todo: cuando las noticias llegaron a Estados Unidos, Jack se sometía a una muy publicitada cura de desintoxicación.
Fue el comienzo de una verdadera catarata de escándalos que sacudieron, en pocos meses, a la sociedad americana y desataron la primera “caza de brujas” contra la gente del cine. Monseñor Mundelein, obispo católico de Chicago, publicó poco después del affaire un incendiario panfleto. Lo llamó “El peligro de Hollywood: una advertencia para los jóvenes”, y fue el origen de la censura moral y política en el cine norteamericano, supuestamente el más democrático, el más limpio y reluciente del mundo.