Según definió Aristóteles hace muchísimo tiempo, los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren. Pero no todo es siempre tan lineal: hay entre los insectos vidas breves y violentas que hacen palidecer a más de una gran tragedia escrita por Shakespeare, como es el caso del ácaro macho del género “Adactylidium”, de quien el paleontólogo y evolucionista Stephen Jay Gould descubrió su vida fugaz y criminal mientras buscaba un caso en el que no se respetara en absoluto el tabú del apareamiento entre hermanos y hermanas para evitar los excesos de genes recesivos producto de las relaciones consanguíneas. En 1966, a dos investigadores -E. A. Albadry y M. S. Tawfik- les llamó la atención que el ácaro emergía del cuerpo de la madre y moría a las pocas horas, sin haber ejercitado ninguno de los dones que la naturaleza le otorga. Ocurre, sencillamente, que la minúscula vida del ácaro se desarrolla antes de salir al mundo.
Así lo describe Gould: "Los machos del Adactylidium no parecen hacer otra cosa que emerger y morir. Para resolver el misterio, debemos estudiar la totalidad del ciclo vital y husmear en el interior del cuerpo de la madre. La hembra fecundada de Adactylidium se aferró a un huevo de tisanóptero (un tipo de insecto). Ese único huevo le suministra toda la alimentación de la que va a disponer para la cría de todos sus descendientes, dado que no se alimenta de otra cosa hasta su muerte. Este ácaro, por lo que sabemos, se dedica exclusivamente al apareamiento entre consanguíneos y, por lo tanto, debería producir un número mínimo de machos. Más aun, dado que la energía total para la reproducción se ve severamente limitada por los recursos nutritivos de un único huevo de tisanóptero, la progenie está estrictamente limitada, y cuantas más hembras salgan, mejor. De hecho, el Adactylidium encaja en nuestras predicciones produciendo una camada de entre cinco y ocho hermanas, acompañadas por un único macho que ha de ser tanto hermano como marido de todas ellas. Pero producir un único macho es arriesgado, y si muere todas las hermanas permanecerán vírgenes y la vida evolutiva de su madre se habrá acabado".
Continúa el biólogo: "Si el acaro corre el riesgo de producir un solo macho, maximizando así su producción potencial de hembras fértiles, dos adaptaciones más podrían minimizar el riesgo, suministrando tanto protección para el macho como garantizando su proximidad a las hermanas. Qué mejor sistema que criar la camada dentro del propio cuerpo de la madre, alimentando tanto a las larvas como a los adultos dentro de ella y permitiendo que incluso la copulación tenga lugar dentro de su caparazón protectora. De hecho, unas cuarenta y ocho horas después de aferrarse al huevo de tisanóptero, se abren entre seis y nueve huevos dentro del cuerpo de la madre Adactylidium. Las larvas se alimentan del cuerpo de su madre, devorándola literalmente desde adentro. Dos días más tarde las larvas alcanzan su madurez, y el único macho copula con todas sus hermanas. En este momento, los tejidos de la madre ya se han desintegrado, y su espacio corporal es una masa de ácaros adultos, de heces y de esqueletos desechados de sus estadios de larva y ninfa. Los descendientes abren seguidamente agujeros en la pared del cuerpo de la madre y salen al exterior; las hembras deben ahora encontrar un huevo de tisanóptero y reemprender el proceso, pero los machos ya han cumplido su papel evolutivo antes del nacimiento. Emergen, reaccionan como quiera que reaccionen los ácaros ante las glorias del mundo exterior y mueren inmediatamente."
Continúa el biólogo: "Si el acaro corre el riesgo de producir un solo macho, maximizando así su producción potencial de hembras fértiles, dos adaptaciones más podrían minimizar el riesgo, suministrando tanto protección para el macho como garantizando su proximidad a las hermanas. Qué mejor sistema que criar la camada dentro del propio cuerpo de la madre, alimentando tanto a las larvas como a los adultos dentro de ella y permitiendo que incluso la copulación tenga lugar dentro de su caparazón protectora. De hecho, unas cuarenta y ocho horas después de aferrarse al huevo de tisanóptero, se abren entre seis y nueve huevos dentro del cuerpo de la madre Adactylidium. Las larvas se alimentan del cuerpo de su madre, devorándola literalmente desde adentro. Dos días más tarde las larvas alcanzan su madurez, y el único macho copula con todas sus hermanas. En este momento, los tejidos de la madre ya se han desintegrado, y su espacio corporal es una masa de ácaros adultos, de heces y de esqueletos desechados de sus estadios de larva y ninfa. Los descendientes abren seguidamente agujeros en la pared del cuerpo de la madre y salen al exterior; las hembras deben ahora encontrar un huevo de tisanóptero y reemprender el proceso, pero los machos ya han cumplido su papel evolutivo antes del nacimiento. Emergen, reaccionan como quiera que reaccionen los ácaros ante las glorias del mundo exterior y mueren inmediatamente."
Esta es la asombrosa historia del ácaro matricida. Un ejemplo más de la prodigiosa variedad de modalidades que existen en la naturaleza. Realmente, en el campo de los seres vivos, no pueden establecerse estereotipos definidos en cuanto a forma, función y comportamiento, pues la materia viva es tan dúctil y flexible que, ya sea por la casualidad o por la necesidad, es capaz de moldearse y comportarse de la manera más increíble e insospechable durante el largo curso de su evolución.