En 1898 el general Julio A. Roca asumía la presidencia de la Nación e iba a prolongar su mandato hasta 1904. A caballo entre dos siglos, la sociedad argentina estaba atravesando una etapa de grandes cambios económicos y, desde el punto de vista demográfico, una enorme transformación, no sólo porque su población había aumentado de 1.800.000 habitantes en 1869 a 3.900.000 en 1895, según los respectivos censos, sino porque su composición se había modificado sustancialmente debido a un alto porcentaje de extranjeros que el país había recibido durante ese período. En 1895 llegaba al 25,5 % del total y durante los primeros años del siglo XX se incrementó hasta ser el 30 %, del cual aproximadamente la mitad era de origen italiano.
Buenos Aires contaba con más de 800.000 habitantes y una parte sustancial de la inmigración se había radicado dentro de su perímetro. La ciudad poseía 80.000 casas, de las cuales 72.000 eran de una sola planta. Fuera del centro había un sinnúmero de terrenos baldíos. El barrio de la Boca había absorbido una gran cantidad de italianos, pero conservaba su aire ribereño de antaño, con construcciones edificadas sobre pilotes y botes preparados para paliar los desbordes del Riachuelo, el que, aún no contaminado, permitía que los chicos se bañaran en Puerto Piojo, un paraje que se encontraba a la altura de la Vuelta de Rocha. El idioma genovés, el “xeneise”, era hablado tanto o más que el castellano y aunque hubo muchos inmigrantes que lograron escalar posiciones e integrarse a la clase media -especialmente aquellos que se dedicaron al comercio-, otros se desempeñaban como barqueros, calafateadores, descargadores, barrenderos, lustrabotas y vendedores ambulantes. La escasez de viviendas hizo que se multiplicaran los conventillos y en ese ambiente de hacinamiento y extrema pobreza, se desarrollaron las ideas anarquistas.
La juventud porteña se distraía en general con los juegos de naipes, las riñas de gallos y las carreras cuadreras, pero la burguesía refinada había empezado a practicar los deportes que traían los británicos que se afincaban en el país. Durante bastante tiempo el polo, el tenis y el cricket habían ocupado su atención, pero a partir de la década del 90, el fútbol, que se propagaba de forma imparable, había pasado a ser su entretenimiento principal. Las clases más humildes comenzaron a observar de qué se trataba ese juego, mezcla de habilidad y rudeza, que les veían ensayar a los “ingleses locos” y “niños bien”, y comenzaron a practicarlo esmeradamente. La costumbre inglesa de formar clubes también se arraigó en ellos, y así, por lo sencillo que resultaba y aprovechando los terrenos baldíos como canchas, fundaron muchos pequeños clubes, algunos de existencia efímera, algunos más ricos, otros más pobres. La Boca fue cuna de varios de ellos.
Hacia los albores del siglo XX tallaban en este barrio arrabalero, dos modestos clubes, La Rosales y Santa Rosa, que en 1904 (la historia oficial sostiene que fue en 1901) se fusionaron dándole vida a River Plate. El 24 de marzo de 1905 la nueva institución se afilió a la Argentine Football Association anotando un equipo en tercera división (categoría más o menos equivalente a la primera C actual). Por ese entonces los equipos importantes de primera división eran Lomas Athletic, Alumni y Belgrano Athletic, de neta prosapia británica. River Plate, conformado por ciudadanos nativos, debutó en el campeonato de tercera el 30 de abril de 1905 jugando en su campo de la Dársena Sud contra Facultad de Medicina por el que fue derrotado por 3 a 2. En ese momento, hacía apenas 27 días que Boca Juniors había nacido a pocas cuadras de ahí (el 3 de abril en la Plaza Solís), gracias a la decisión de un grupo de vecinos, entre ellos los hermanos Juan Antonio y Teodoro Farenga, Esteban Baglietto, Juan Brichetto, Alfredo Scarpatti y Santiago Pedro Sana.
Uno de los fundadores de Boca Juniors, Pedro Moltedo, había sido integrante de La Rosales y, curiosamente, participó en el equipo de River que disputó ese partido contra Facultad de Medicina. Persona influyente, encabezaba una agrupación llamada Independencia, sociedad barrial no deportiva de la que se nutrió Boca Juniors. Asimismo, Artemio Cárrega, otro miembro fundador, también había jugado para River en los primeros partidos amistosos de 1904. Sin embrago, treinta años más tarde, una asamblea que en forma retroactiva les otorgó categoría de fundadores a quienes habían intervenido en los primeros doce meses de vida de Boca Juniors, no los consideró como tales, quizás no perdonándoles el “pecado” de haber sido en alguna ocasión riverplatenses. En cambio, sí reconoció a dos miembros que habiendo sido en efecto fundadores, se habían pasado al bando contrario: Arturo Chiappe, integrante del River Plate ganador del ascenso a primera división en 1908 y Arturo Penney, que en 1915 convirtió los dos goles con que River Plate definió el pleito barrial.
El asentamiento en un lugar fijo fue problemático para ambos clubes. River Plate fue obligado a dejar la Dársena Sud a fines de 1906, y trasladó sus instalaciones a terrenos de los Almacenes Navales Dresco en Sarandí, cerca del arroyo de ese nombre. Pero para 1908 volvió a la Dársena Sud, lo que le valdría el mote de “darsenero”. Por su parte Boca Juniors, con casaca de color celeste oscuro primero y otra de rayas verticales muy finas azules y blancas después (ambas anteriores a la tradicional azul y amarilla), tuvo su primera cancha en Pedro de Mendoza y Colorado, para luego establecerse en la Isla Demarchi, en los aledaños de las Carboneras de Wilson (aproximadamente donde antes Santa Rosa había tenido su potrero). La cercanía de Boca Juniors con River Plate era evidente en lo geográfico pero no en lo deportivo institucional, ya que pese al empeño de sus dirigentes, no logró afiliarse inmediatamente a la Argentine Football Association y tuvo que conformarse con participar en ligas independientes, entre ellas la de Villa Lobos. Sólo en 1908 pudo inscribir un equipo en la segunda división de la entidad rectora, división en la que River Plate ya militaba desde 1906 (una especie de primera B actual). De tal manera, los dos clubes jugaron en el campeonato de segunda de 1908, aunque no jugaron entre sí por estar en zonas distintas. River consiguió el ascenso a primera al vencer a Racing en la final y Boca, para entrar en esta división, debió esperar hasta 1913, año en que por falta de equipos para conformar el campeonato debido a la escisión de 1912, la nueva Asociación Argentina lo ascendía por decreto. En 1910 se había quedado en el intento al perder precisamente contra Racing la final.
Recién en 1912 jugaron su primer partido. Este tuvo, según consta en las actas de Boca Júniors, carácter de amistoso y a beneficio y puso en juego un premio de 11 libras esterlinas. El primer clásico de la historia, según lo descubierto por los historiadores hasta ahora, se jugó el 15 de diciembre de aquel año y ya generó los primeros enojos: cuando estaban 1 a 1 y faltaban diez minutos para terminar el partido, los jugadores de Boca se retiraron del campo de juego disconformes con los fallos del árbitro. River fue considerado el vencedor y se ganó la recompensa.
Con los dos clubes boquenses en la categoría principal, por fin chocaron por primera vez de manera oficial el 24 de agosto de 1913 en la cancha de Racing por el campeonato, siendo local Boca Juniors. Ganó River 2 a 1 formando con Isola; Chiappe y Calneggia; Simmons, Cándido García y Peruzzi; Galeano, Ameal, Penney, Roldán y Fraga Patrao. Boca estuvo constituido por Virtu Bidone; Garibaldi y Lamellas; Valentini, Vergara y Elena; Calomino, Romano, Mayer, Taggino y Abbatángelo. Los goles fueron conseguidos por Cándido García a los 27’ y Ameal (luego expulsado) a los 46’ para River y Mayer a los 78’ para Boca. Varios jugadores se tomaron a golpes de puño durante el desarrollo del partido, desnudando el principio de una rivalidad que pronto trascendería la cancha y el café para asentarse en el propio seno de los hogares de la Boca.
En este año, una tormenta había desmantelado las instalaciones de River Plate. Tras la catástrofe, una medida terminante de la Dirección de Puertos sentenció que el club evacuara definitivamente el predio de la Dársena Sud. Fue así que en 1914 actuó de local en la cancha de Ferrocarril Oeste. Pero el 16 de mayo de 1915, inauguró la que sería la cancha más grande de las existentes en la Capital Federal para ese tiempo. Estaba ubicada en la manzana comprendida por las calles Pinzón, Gaboto, Aristóbulo del Valle y Pedro de Mendoza, de nuevo en el barrio de su nacimiento aunque sólo fuera por unos años más. Por su parte, Boca Juniors no se hallaba en el barrio en ese momento. Le había ocurrido lo mismo que a River Plate en la década anterior: habiendo sido desalojado en 1914, debió irse lejos de los pagos, aunque a Wilde en lugar de Sarandí. Cuando regresó a la Boca, se instaló a tres cuadras de los pagos de River Plate, entre las calles Sengüel (Benito Pérez Galdós), Gaboto, Tunuyán (Juan M. Blanes) y Ministro Brin. Estrenó la nueva cancha -que tenía menos capacidad que la de su vecino- el 25 de mayo de 1916.
Contrariamente a lo que hoy en día se supone, para esa época River era el club que aglutinaba al proletariado boquense, mientras que Boca era el representante de la clase media. La rivalidad entre ambos crecía de modo incontenible. Las sedes sociales se encontraban en la avenida Almirante Brown, pero la vida partidaria de todos los días se concentraba en dos bares que se hallaban en la misma arteria: “Las camelias”, reducto de los riverplatenses y “La alegría”, fortín de los auriazules. En los atardeceres del domingo era cuando más se exteriorizaba la recíproca hostilidad según el resultado de los partidos que habían protagonizado. Y cuando se enfrentaban entre sí, el rencor llegaba a su punto más alto. Hasta se disponía un velatorio con todos los recaudos formales: la capilla ardiente y el ataúd con los despojos mortales de un muñeco amortajado con los colores del derrotado, que luego era llevado por las calles en solemne y sentido cortejo fúnebre, ceremonia que concluía -por lo general- en una batalla campal entre los vecinos que simpatizaban por uno u otro equipo.
Durante la década del 10 River Plate obtuvo supremacía deportiva sobre su rival. Para 1918 había vencido en cinco de los ocho partidos oficiales disputados hasta ese momento sin perder todavía. El choque llamaba la atención de toda la barriada y se había convertido en el “Clásico de la Boca”, como siguió conociéndose hasta la década del 40, cuando ya por su importancia pasó a ser el “Clásico de los clásicos”. El “darsenero” se clasificaba mejor que su rival en los campeonatos, había conquistado la Copa de Competencia en 1914 y lo había eliminado de este torneo las dos veces que se habían enfrentado. Pero el 18 de agosto de 1918 en cancha de Racing, siendo River local y con el arbitraje de un tal Cook, por los puntos Boca triunfó por 1 a 0 con gol de Brichetto a los 64’. Formó con Tesorieri; Anglese y Aquila; Minardi, López y Elli; Calomino, Martín, Garassini, Brichetto y Valenzano. River Plate alineó a Isola; Chiappe y Calneggia; Solari, Cándido García y Taramasso; Ameal, Laiolo, Brown, Rofrano y Ortelli. Al finalizar el partido hubo disturbios, acaso los primeros de envergadura en el clásico.
Todavía radicado River Plate en la Boca, el encuentro se realizó en una oportunidad más, en 1919: fue empate 0 a 0. Pero ese año se produjo la segunda escisión de la entidad rectora, por lo que hasta 1927 los dos clubes, al jugar en asociaciones diferentes, no se vieron la cara. Cuando lo hicieron, River Plate ya había abandonado el barrio natal y se había afincado en Palermo desde 1923, aunque su sede permaneció en la avenida Almirante Brown 1331 por muchos años más.