29 de septiembre de 2007

Una humorada de Voltaire

François-Marie Arouet, que se dio a sí mismo el seudónimo de Voltaire, es quizás uno de los intelectuales franceses más polifacéticos e importantes del Siglo de las Luces. Nació en París el 21 de Noviembre de 1694, hijo del notario François Arouet y de una madre prácticamente desconocida que falleció cuando Voltaire cumplía los siete años de edad. Estudió en el colegio jesuita Louis le Grand cuando se cumplían los últimos años del reinado de Luis XIV. De su formación religiosa guardará Voltaire un penoso recuerdo que se plasmará en una actitud irreverente, rebelde y burlona frente la Iglesia, sus instituciones y dogmas.
El carácter contradictorio de Voltaire se refleja tanto en sus escritos como en las opiniones de otros. Parecía capaz de situarse en los dos polos de cualquier debate, y en opinión de algunos de sus contemporáneos era poco fiable, avaricioso y sarcástico. Para otros, sin embargo, era un hombre generoso, entusiasta y sentimental. Esencialmente, rechazó todo lo que fuera irracional e incomprensible y animó a sus contemporáneos a luchar activamente contra la intolerancia, la tiranía y la superstición. Así, mantuvo una lucha constante contra la Iglesia católica, en la que personificó su odio a la religión, mientras se confesaba creyente en un Ser supremo y nunca ateo.
Cuentan las crónicas de la época que, cierto día vio pasar una procesión por las calles de París y, al llegar frente a él la cruz, se quitó el sombrero. Su acompañante le preguntó: "¿Te has reconciliado con Dios?", a lo que el filósofo contestó: "Nos saludamos, pero no nos hablamos".
Voltaire fue una figura clave del movimiento filosófico del siglo XVIII ejemplificado en los escritores de la famosa Enciclopedia francesa. Su defensa de una literatura comprometida con los problemas sociales hace que sea considerado como un predecesor de escritores del siglo XX como Jean Paul Sartre y otros existencialistas franceses.
Murió el 30 de mayo de 1778 y fue sepultado en el monasterio benedictino de Scellières, cerca de Troyes. Posteriormente fue trasladado en triunfo al Panteón de Hombres Ilustres, en París.