30 de septiembre de 2007

La leyenda de la papisa Juana

Hay leyendas que, como la serpiente de mar o el monstruo del lago Ness, aparecen de vez en cuando sin saber cómo ni por qué. Una de ellas es la referente a la papisa Juana (Johanna), una mujer que, según la fábula, ocupó el trono pontificio en el si­glo IX.
Según la leyenda, tras la muerte del papa León IV en el año 855, fue elegido papa Juan VIII, quien en el curso de una procesión en el año 857, se encontró enfermo. Apoyado contra una pared dio a luz un hijo, con lo que se vino a descubrir que el tal papa era una mujer y pecadora, pues ha­bía quedado embarazada. Allí le fue dado a escoger a la papisa entre la desgracia temporal y el castigo eterno; ella eligió lo primero y murió durante el parto en la calle y su cuerpo, atado a la cola de un caballo, luego de haber sido arrastrado el cadáver por las calles de Roma, fue enterrado en el mismo lugar en que se descubrió el fraude. El padre de la criatura, Lamberto de Sajonia, embajador en Roma, tuvo tiempo de escapar.
El primero que parece haber tenido conocimiento de la leyenda fue el cronista y compilador dominico Jean de Mailly (1190-1260), de quien otro dominico, el predicador e inquisidor Etienne de Bourbon (1180-1256), adoptó la historia y la incluyó en su trabajo sobre los "Siete dones del Espíritu Santo" publicado en el año 1250.
En dicho relato, la supuesta papisa se ubica alrededor del año 1100 y aun no se le pone nombre. La narración dice que una mujer muy talentosa, vestida como un hombre llegó a ser notario de la Curia, después cardenal y finalmente Papa; que un día esta persona salió a montar y en esta ocasión dio a luz un hijo; que entonces fue atada a la parte posterior de un caballo, arrastrada alrededor de la ciudad, apedreada por la gente hasta morir y enterrada en el sitio mismo donde falleció; y que ahí fue puesta una inscripción que decía lo siguiente: "Petre pater patrum papissae prodito partum".
Otra versión diferente aparece en la "Chronicon pontificum et imperatorum" (Crónica de los papas y emperadores) de Martin von Troppau (Martinus Oppaviensis o Martinus Polonus) del año 1474 insertada posiblemente por el autor y no por un transcriptor posterior. A través de este muy popular trabajo, la historia llegó a ser conocida de otra forma. Después de León IV (847-855) el inglés John de Mainz (Johannes Anglicus) ocupó la silla papal dos años, siete meses y cuatro días. Él era, supuestamente, una mujer. En su juventud fue llevada a Atenas con ropas de hombre por su amante y allí fue tal su avance en el aprendizaje que nadie la igualaba. Llegó a Roma, donde enseñó ciencias y atrajo así la atención de intelectuales. Gozó del mayor respeto por su conducta y erudición y finalmente fue seleccionada como Papa, pero, quedando embarazada de uno de sus asistentes de confianza, dio a luz un niño durante una procesión desde San Pedro a Letrán, en algún lugar entre el Coliseo y San Clemente. Allí murió casi de inmediato y se dice que fue enterrada en el mismo sitio. En sus procesiones, los papas siempre evitaban este camino; muchas personas creían que los papas hacían esto por su animadversión a esa desgracia.
Aquí aparece por primera vez el nombre de Johanna (Juana) como el de la supuesta papisa. Martin von Troppau había vivido en la Curia como capellán y penitenciario del Papa (murió en 1278), razón por la cual su historia papal fue ampliamente leída y a través de él la leyenda obtuvo aceptación general. Un manuscrito de su crónica relata de una manera diferente el destino de la supuesta papisa: tras de su alumbramiento Juana fue inmediatamente destituida e hizo penitencia por muchos años. Su hijo, se añade, llegó a ser Obispo de Ostia y la tuvo enterrada ahí después de su muerte.
Versiones posteriores cambian el nombre de Johanna y le dan el nombre que llevaba de niña: algunas le llaman Agnes, otras Gilberta. Se encuentran más variaciones en los trabajos de diferentes cronistas, por ejemplo en la "Crónica Universal de Metz", escrita alrededor de 1250 y en ediciones subsecuentes de la "Mirabilia Urbis Romae" del siglo XII.
Esta es la leyenda. En cuanto a la historia, efectiva­mente, en 855 murió el papa León IV, pero en el mismo mes de su fa­llecimiento fue elegido su sucesor Benedicto III, que reinó hasta el 858, en que le sucedió Nicolás I el Grande, hasta el 867, en que murió. De todo ello hay constancia fidedigna. Así las cosas, la leyenda tiene como origen la llamada sedia stercoraria (silla estercolera), una silla con un agujero en su centro que, como su nombre lo indica, servía de retrete ambulante. La leyenda se apo­deró de tal silla y dijo que el agujero se utilizaba para que los car­denales pudieran palpar los órganos genitales del papa elegido y asegurarse así de que no era mujer. El escritor italiano Giovanni Boccaccio (1313-1375), menciona esta histo­ria en una de sus obras y un capellán del papa Urbano V (quien gobernó la Iglesia entre 1362 y1370) le dio cabida en una historia del papado; el Inquisidor General Tomás de Torquemada (1420-1498)
creía en la leyenda y durante el proceso que se siguió contra el teologo y reformador checo Jan Hus, que había afirmado su creencia en la papisa Juana, se le acusó de múltiples herejías, pero no de sostener la historia.
Quien primero intentó demoler las bases de esta leyenda fue precisamente un clérigo protestante francés, David Blondel (1591-1655), quien estudió la historia y publicó sus resultados en Amsterdam en 1647 afirmando que no era más que un mito. También el filósofo y matemático alemán Gottfried Wilhelm von Leibniz (1646-1716), en una obra publicada en 1698, negó la existencia de la papisa e incluso una obra tan anticristiana como la Encyclopédie francesa del siglo XVIII afir­maba "la inanidad de la leyenda de la papisa Juana no deja lugar a dudas y hoy ya no se puede discutir su origen".
En 1886, el escritor griego Emmanuel Royidis (1836-1904) publicó una obra titulada "La papisa Juana", que fue condenada por la Iglesia orto­doxa como blasfema y calumniadora. El libro tuvo éxito y, en 1939, un amigo se la recomendó a Lawrence Durrell (1912-1990), el célebre autor de
"The Alexandria Quartet" (El Cuarteto de Alejandría, compuesto por cuatro novelas: "Justine", "Balthazar", "Mountolive" y "Clea"), quien la tradujo al inglés con el título de "Pope Joan" y con algunas supresiones del origi­nal, debidas al exagerado anticlericalismo del autor británico. El propio Durrell en el prólogo de su traducción, califica al libro como "travieso, lleno de diversión, hilaridad e irreverencia".