23 de septiembre de 2007

Un rapto de sinceridad de Adam Smith

Para encontrar los fundamentos de la estructura colonial en Latinoamérica, es conveniente pregun­tarse por qué -a pesar de haber sido, ambas, colo­nias europeas- América Latina es hoy subdesarrollada mientras América del Norte se encuentra desa­rrollada. Con frecuencia se han propuesto dos tipos de supuestas explicaciones que están a la vez ligadas entre sí. Una de ellas es que América del Norte se benefició por el trasplante de las instituciones pro­gresistas del capitalismo inglés, mientras que Amé­rica Latina quedó perjudicada por el trasplante de las instituciones retrógradas del decadente feudalis­mo ibérico. La otra supuesta explica­ción, es que hubo una diferencia importante entre el carácter de los nue­vos pobladores del Norte y los latinoamericanos: que los unos fueron protestantes empresariales y los otros católicos flojos. La primera explicación debe descartarse porque claramente carece de vali­dez histórica: el capitalismo empezó a desarrollarse en Italia, España y Portugal, siendo éstos países católicos y las insti­tuciones de las colonias inglesas y protestantes del sur de los Estados Unidos y del Caribe no resulta­ron ser notablemente más progresistas que las lati­noamericanas. Además, no es exacto que la península Ibérica haya tras­plantado sus instituciones a Latinoamérica. En cuan­to a la segunda explicación, en la medida en que efectivamente hubo diferencias entre los nuevos pobladores de las distintas partes del nuevo mundo, habría que preguntarse acerca del porqué de estas diferencias.
Los motivos de la colonización española los re­sumió Adam Smith al escribir que "todas las empresas de los españoles en el nuevo mundo, des­pués de la de Colón, parecen haber sido ocasiona­das por el mismo motivo. Fue la sagrada sed del oro, la que llevaron Ojeda, Nicuesa y Vasco Núñez de Balboa al istmo de Darién, la que llevaron Cortés a México y Almagro y Pizarro a Chile y a Perú". Las minas de oro y plata en México y Perú se aprovecharon evi­dentemente explotando a la mano de obra indígena y aprovechando su alta civilización y gran organi­zación social. Es igualmente evidente que los espa­ñoles y los portugueses no montaron una explotación igual de minas en el Caribe, Brasil, Argentina y otras partes, porque no pudieron hacerlo por la sencilla razón de que no había minas en aquellas regiones. Y si los ingleses que se fueron al norte de América no explotaron minas de metales preciosos allí, esto se explica exactamen­te por el mismo motivo, no porque no querían sino porque no podían. De esta manera, los portugue­ses, los franceses y los ingleses crearon plantaciones de azúcar en Brasil y las Antillas y de algodón en el sur de América del Norte, porque no les fue posible explotar minas allí, aunque sí les fue posible aprovechar el clima para explotar mano de obra esclava en una economía de exportación, puesto que se podía tam­bién proveer dichas regiones de tal mano de obra, importándola de África.
Entonces podemos pregun­tarnos por qué los mismos franceses e ingleses no hicieron igual en la Nueva Francia y Nueva Ingla­terra. La respuesta salta a la vista: porque estas re­giones carecían de todas las condiciones geológicas, climáticas y de población indígena precisas para poder implantar una economía de exportación. Así fue también en la Argentina, hasta que el desarrollo del sistema capitalista mundial permitió -en el si­glo XIX- convertir a nuestro país en exportador de lana, carne y trigo; así como convertir a parte de Brasil, parte de Colombia y Costa Rica en exportado­res de café.
Así, el estudio comparativo de las variedades en la colonización europea del nuevo mundo nos con­duce a una conclusión fundamental, que a primera vista puede parece paradójica, pero que es fiel ex­presión de la dialéctica del desarrollo capitalista: mientras mayor fue la riqueza para explotar, más pobre y subdesarrollada es la región hoy; y mientras más pobre fue la colonia, más rica y desarrollada es la región hoy. La razón fundamental es una sola: el subdesarrollo es producto de la explotación y el desarrollo se logró donde esta estructura del subdesarrollo no se implantó porque no fue posible hacerlo. Todos los otros factores son secundarios o derivados del factor fundamental del tipo de explotación.
Adam Smith, fundador del liberalismo económico, lo expresó muy claramente: “El descubrimiento de América dio origen a cam­bios esenciales. Al abrir un mercado tan amplio y nuevo a todas las mercaderías de Europa, promovió en las artes una ulterior división del trabajo y posi­bilitó adelantos que de otra manera nunca hubieran podido tener lugar en Europa y creció con él el ingreso y la riqueza real de todos sus habitantes. La plata del nuevo continente parece, de esta mane­ra, ser uno de los productos principales por el cual se hace el comercio entre las dos extremidades del viejo continente y es por intermedio de este comer­cio, en gran medida, que estas partes distantes del mundo son ligadas entre sí. Sin embargo, para los indígenas de las Indias Orientales y Occidentales, to­dos los beneficios comerciales que podrían haber re­sultado de estos acontecimientos se han hundido y perdido en las desgracias espantosas que han ocasionado”.
El economista escocés consideraba al capitalismo como el estadio natural de las relaciones sociales. En su obra principal "Investigaciones sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones" el liberalismo aparece como motor del progreso económico, aunque pudiera ocasionar "desgracias espantosas" tal como reconoció en 1776. Como se dice en Derecho, a confesión de partes, relevo de pruebas.